Podría decir que me sorprende la desesperación que demuestran muchos funcionarios, en estos últimos días, intentando sembrar terror entre los votantes, ante la posibilidad de que don "Motosierra" dé el batacazo el próximo domingo. Sin embargo es una obviedad característica de estos extorcionadores que están enquistados en el poder desde hace décadas.
No saben obrar de otra manera, ya que conformaron sus feudos a base de dádivas efímeras y puestos de trabajos inventados en la administración pública, con los que tienen de rehenes a los empleados, con la premisa de que "si no los votan pierden todo"...
Ahora amenazan con que si no eligen al massaalbertocristinismo vamos a perder derechos. ¿De qué derechos hablan? De la educación en decadencia; de la salud deficitaria; de la seguridad inexistente; del narcotráfico destruyendo a nuestros niños y jóvenes; del desempleo que aplasta la dignidad y la lista es kilométrica...
Lo cierto, o al menos lo que pienso que es cierto, es que no supieron o no quisieron darle oportunidades reales a la población para que pueda valerse por sí misma con un empleo autentico, bien remunerado; con educación de calidad; con herramientas que le permita seguir adelante con dignidad, más allá del gobernante de turno.
Ahora tiemblan porque el pueblo ya no les cree, ya no confía en sus discursos falaces, ya se hartó de tanto atropello a su dignidad. Por primera vez, en décadas, ven indicios de un despertar que dice basta a tanta corruptela, mentira y manoseo a nuestra integridad.
Personalmente no confío en don "Motosierra ", no creo en los falsos profetas que se postulan como salvadores omnipotentes, pero aprendí a ser respetuoso de las voluntades democráticas del prójimo.
Amén de todo esto, deseo de todo corazón que podamos aprender a valernos por nosotros mismos, para que ningún extorsinador de turno nos manipule para alcanzar sus fines egoístas.
Para ello se necesita voluntad, decisión, esfuerzo, constancia, honestidad y la firmeza inquebrantable de que nuestra dignidad no se negocia.
Muchas veces pretendemos que los demás cambien, para que nuestra realidad mejore, pero nos cuesta aceptar que el principal cambio significativo debe nacer en nosotros. Nosotros somos los artífices y principales responsables para que nuestra realidad sea más digna y venturosa.