Ayer, en los 650km que recorrí de regreso a casa, en cinco tramos, trasladé a cinco docentes distintas que hacían "dedo" para llegar a sus escuelitas.
Algunas esperaban bajo la lluvia, otras a pleno sol; todas con su pulgar en alto, apelando a la sensibilidad de los automovilistas, para ser trasladadas al lugar donde desarrollan su misión de educar...
Cuando llegaban a su destino o próximo a él -porque algunas debían seguir recorriendo sendas polvorientas, monte adentro, para encontrarse con sus alumnos- todas me agradecían por el traslado, a lo que les respondía: "Gracias a Ustedes por existir... Gracias por ejercer tan noble misión con responsabilidad y sobre todo con inmenso Amor"...
En el tramo final de mi viaje, con la soledad de mis pensamientos, reflexionaba sobre la importancia fundamental y vital de los maestros para nuestra sociedad, especialmente en aquellos rincones inhóspitos de la patria que son más fáciles de ignorar...
Allí, donde nadie quiere estar, está la Maestra o el Maestro; allí donde nadie se anima a asumir su responsabilidad social, la asume la Maestra o el Maestro; allí donde la oscuridad de la desesperanza reina, llega la luz esperanzadora de la Maestra o el Maestro...
Por todo esto y mucho más, siempre estaré agradecido a los docentes, de todos los niveles, pero especialmente a los que abrazan con sabiduría y amor a la niñez, brindándoles por completo todo su ser en pos de procurarles un mejor presente y porvenir.
Infinitamente Gracias Maestras y Maestros. Dios lo bendiga y ampare siempre en Vuestra Noble Misión
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