En 1983, cuando tenía 8 años de edad, escuché por primera vez en la radio a Raúl Ricardo Alfonsín. Su templanza, su pasión, su amor por la democracia, su búsqueda por el bien común me hicieron tener un corazón Radical, que aún hoy, después de 40 años, mantengo.
Esto no quiere decir que votara ciegamente al radicalismo en mi historia electoral. En este sentido siempre hice un proceso de discernimiento a la hora de emitir mi voto, más aún cuando nos ponen en la encrucijada de elegir entre dos candidatos que generan (por lo menos en mi parecer) nula o escasa confianza.
Hoy tenemos que elegir entre alguien que forma parte de uno de los gobiernos más empobrecedores, devaluadores de la dignidad humana y extorcionadores de nuestra historia; y alguien que no gobernó nunca y cuya dialéctica se percibe como temeraria.
Desde que expreso mis opiniones en estos medios, siempre sostuve que a corruptos e inoperantes nunca votaría; y ahora no será la excepción. Reconozco que en algún momento pensé votar en blanco, pero al ver la maquinaria extorsiva y manipuladora de la realidad del massaalbertocristinismo, ya sé a quién votar.
Qué pasará, es una incógnita, pero los delincuentes que nos gobiernan actualmente no tendrán mi voto.
Humildemente, como un ciudadano más, insto a todos los electores de buena voluntad, que son la amplia mayoría, más allá de la preferencia que tengan, a que fiscalicemos estos comicios, para que el que gane, lo haga en forma legal y transparente.
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