Carta a los amigos Nº 111, noviembre 2020:
Buscando el tercer asentamiento de las Calasancias
José Alfaro del Valle, escolapio. Nepal-Darjeeling (India)
Amigo y amiga calasancio/a, escolapio/a, scolopi, piarist,… y no te lo pongo en húngaro porque suena un poco feo a nuestros castos oídos. Comenzando por el final, te digo que nunca había leído una carta tan bonita de un Obispo a una Congregación, invitándole oficialmente a ir a establecerse en su Diócesis, como la del Obispo de Darjeeling a nuestras Madres Calasancias. Todo el Presbiterio y el Consejo de la Diócesis, por unanimidad, invitan a las Madres a ejercer su apostolado calasancio en Mirik, lugar que ya conoces, dándoles gratuitamente el terreno para construir su casa religiosa, y ofreciéndoles. Además, la dirección de la escuela que allí ya funciona, para que organicen todo según su espíritu y Carisma calasancio. En secreto te digo, que esta “generosidad diocesana”, tiene como origen los más de cien proyectos que hemos financiado entre los dos, dejando por allá como 720.000 “patacones” para resolver cualquier cantidad de problemillas diocesanos. La respuesta, como ves, ha sido muy hermosa, por lo que debemos dar muchas gracias a Dios. Ya tú sabes la devoción que este pecador profesa a San Faustino, el Padre Fundador de las Madres Calasancias. Arrostrando una más que probable excomunión del “Santo Oficio de la Inquisición”, que ya no existe, me atreví a hacer pintar a mi amigo Faustino en la primera capilla escolapia india, cuando todavía no era ni santo, ni beato siquiera. ¡Claro que no se enteraron los monseñores cancerberos de la fe!
Pero no me importaba mucho, porque estaba convencido de que Faustino era lo que era: “un geniazo y un Santazo”, ya le nombraran secretario de S. Pedro, o barrendero en la Fragua de Vulcano. Con las “pintas de melómano” que Dios me dio, le compuse un himno que no suena del todo mal y que le canto cuando se me ocurre. Cuando el Papa Francisco lo canonizó, para celebrarlo como corresponde por estas “humildes montañuelas”, se me ocurrió, en un “arranque de cariñosa inspiración”, escribirle una carta al cielo, de unas 300 páginas, como había hecho antes con mi amiga Teresa, la devota de los libros de caballerías, y con mi sufrido Fundador Calasanz Gastón de la Madre de Dios. De lo dicho puedes inferir, que si quiero mucho a mi amigo Faustino, no quiero menos a sus “santas vástagas”, las Madres “Faustiniano-Calancias”. Por eso, un año y otro año seguía invitando a mis santas Madres a que desde Jharkhand se dieran un garbeo por Darjeeling, y más en concreto por Mirik. ¿Por qué? Pues porque los meses que estuve por allí, en cinco años seguidos, ayudando a mi amigo el párroco Gilbert, me di cuenta de las buenas condiciones de aquel pueblo: numerosos y buenos católicos, vocaciones, terrenos parroquiales, escuela, etc. Habíamos ayudado a realizar allí seis proyectos nada menos, y teníamos el viento a favor. Me confió el párroco amigo, que tenía algún problemilla de tipo económico en el manejo de la escuela. Y este “aprendiz de escribiente que te escribe” no podía dejar de pensar: “Este problema lo resuelven mis Madres Pastoras a sobaquillo y se meriendan este pueblo en un santiamén”. En mis anuales sacrosantas visitas, en Madrid, a la Casa Generalicia de las Calasancias, y como tengo, más o menos, “buena oreja”, escuché “por lo bajines”, que además de las dos casas o Comunidades que tienen en Jharkhand, pensaban en otro “asentamiento estratégico” en la India, para su “futurible futuro”.
“Ni corto ni perezoso” y sin pensarlo dos veces, fui derecho al Obispo, un tío muy normal, a pedirle que me permitieran invitar a mis Santas Hermanas a echar un vistazo por su Diócesis. Y no solo me dijo que “No faltaba más”, sino que él mismo escribió y mandó, su propia invitación a las Calasancias y a los Escolapios. Ahí comenzó mi “artillería pesada”, de invitar sin parar a mis Hermanas, recibiendo siempre la misma respuesta: “Ya lo vamos a ver”. Pero ¡hete aquí!, que un día recibo una llamada: “Para tal fecha, queremos pasar dos días en Darjeeling y quisiéramos que nos acompañara”. ¡Qué más quería yo oír! ¡Se convirtieron mis Madres al Catolicismo! Comencé a preparar el “safari”. Primero, todo el Visado. Y luego los viajes, que me dan cierto “repelús”. Como cinco horas a Kathmandú, veinte o veintidós horas nocturnas matadoras a Kakarbhita. Frontera, emigración-inmigración. Otras 4-5 horas a Panitanki, Silíguri, y subida a los dos mil metros hasta Darjeeling. ¡Te lo regalo! Como “llegué antes que ellas”, pude salir a recibirlas al aeropuerto de Badogra. Venían de Ranchi, por Calcuta. ¡No te puedes figurar qué alegrón! ¡Sobre todo el poder hablar “en cristiano”! Llegó la Madre General, su Secretaria, y la Superiora de Derang, la escuela que les dejamos en herencia, y que ha crecido muchísimo, en alumnos y en chicas para el Hostel. Tenían solo dos días, así es que había que sacarles jugo, porque habían de viajar a muchas partes para informarse de todo. Bienvenidas, guirnaldas, charlas, recorridos, visitas, conversaciones con curas y monjas sobre los asuntos que más les interesaban. Especialísimo encuentro con el Obispo, muy contento si se animaban a fundar en su Diócesis. En Mirik conversaron largo y tendido con mi amigo el párroco Gilbert. Muy buena la disposición de todos, pero el “Council” de la Diócesis era quien tenía la última palabra. El fruto de su visita ha sido esa hermosa carta de la que te hablé al principio, con la unánime invitación de todos los sacerdotes, y las mejores condiciones. Y nosotros, contentos de haberles abierto el camino. Como suele decirse, “la pelota está en su tejado”.
Gentileza de "Mechi" Gil